COTILLAS DE PACOTILLA. LA CURIOSIDAD MAL ENTENDIDA.

COTILLLAS DE PACOTLLA.
LA CURIOSIDAD MAL ENTENDIDA.

Los escolásticos como Santo Tomás de Aquino decían que la curiosidad es una inquietud errante del espíritu, en otras palabras, una manera equivocada de cultivarnos. De hecho, incluía a la curiosidad  como  hija primogénita de la pereza. Interesante. La gente aburrida y gandul  es la que  más se solaza en  fisgonear en la vida de los demás. Por el contrario, la gente ocupada y centrada en sus quehaceres no tiene ni tiempo, ni ganas en perder el tiempo de esa manera.  Es la gente desocupada—decía Santo Tomás de Aquino— las que caen  en la evagatio mentis (disipación del ánimo) . Covarrubias decía que por lo general todos los curiosos son holgazanes y preguntadores. Y de eso nos encontramos muchos casos. Gente que a la primera de cambio te acribilla a preguntas para satisfacer su necesidad de cotillear. Sin respetar la intimidad de las personas.

 Si la curiosidad es un anhelo de averiguar cosas que caen fuera del conocimiento para entrar en la más pura de las banalidades sobre qué hace o deja de hacer este o aquel, queda claro que eso o el cotilleo es un defecto y no pequeño, del que por estos lares no andamos escasos.  Al afán virtuoso de conocimiento lo llamaban studiositas.   Está clara la diferencia entre el estudioso y el cotilla: los dos son curiosos,  pero ambicionan conocer campos diferentes.  De   provecho en el caso del primero y de pérdida de tiempo  y torpeza en el otro. Y a veces, aunque todos podamos caer en la curiosidad inútil, en el cotilleo, también es cierto que muchas criaturas llevadas por su pereza no quieren salir de ahí. El saber y el aprender requiere de esfuerzo. Lo otro es mucho más cómodo y relajado.

Y pobre.

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