ANÁBASIS
Anábasis,
de Jenofonte
Acabo de leer este
libro movido por la curiosidad cuando a principios de verano del año pasado, en un suplemento literario de un periódico,
aparecían entrevistas a personalidades
relacionadas con el mundo editorial y literario en las que señalaban cuáles
serían sus lecturas para el tiempo del ocio estival. Varios de los entrevistados coincidieron con
Murakami, pero hubo una, como digo, que me cautivó. Decía una mujer, de la que no recuerdo su
nombre, que una de sus lecturas sería volver a releer la Anábasis (expedición en griego), de Jenofonte. Decía también que era un estupendo libro de
autoayuda. Aquel título y el comentario me sedujo y lo anoté en algún lugar de
mi cabecita para buscarle hueco y tiempo y aunque fuera una sugerencia de
lectura veraniega la he leído en pleno
invierno.
En Anábasis se
cuenta la historia de cómo, sobre el 404 a. C. Ciro, hijo del rey Dario II, a
la muerte de éste reúne a un enorme ejército (desde la costa de la actual
Turquía) para combatir contra su hermano mayor Artajerjes II (en Anatolia) para
arrebatarle el trono persa heredado del padre. Entre este ejército reclutado,
formado por más de cien mil hombres, entró a formar parte Jenofonte junto a otros
diez mil griegos. Ciro se enfrentó en las llanuras de Babilonia (Cunaxa) a su hermano y le ganó la batalla, sobre todo
por el empuje de las tropas griegas (los famosos diez mil), pero al intentar combatir cuerpo a cuerpo contra Artajerjes
es abatido por su guardia real. Y lo que en principio fue una victoria para las
tropas de Ciro se convirtió en una derrota cuando entre sus soldados cundió la
voz de que Ciro había muerto y emprenden una desordenada huida siendo el
principio de las dificultades para un ejército, muy alejados de sus fronteras,
en mitad de un vasto territorio enemigo. Después, las tropas persas de Artajerjes
los engañan con la promesa de que si se desprendían de las armas les dejarían
irse de sus territorios sin ser perseguidos, cosa que finalmente no cumplen y, además, buena parte de los mercenarios reclutados por
Ciro se pasan a los persas engrosando las filas de los enemigos. Además
mediante una trampa Artajerjes logra asesinar a muchos de los generales que comendaban
las bravas tropas griegas y es, en estas circunstancias, cuando Jenofonte asume
el mando de las tropas y con gran
acierto los dirige en su retirada hacia tierras griegas. Jenofonte es proclamada por sus soldados como su
máximo general y él hace honor a la confianza en él depositada, mostrando no
sólo una inteligencia preclara para conducirse frente a los enemigos y saber en
todo momento cuál es la mejor solución para enfrentarse a los problemas sino
que además predica con el ejemplo y se esfuerza siempre como el que más. Nada
más llegar al mando de sus diez mil soldados griegos se compromete a llevarlos
todos de vuelta a Grecia, pero que para ello deben mantenerse unidos y no dejar
las armas porque son sus armas y su gran número lo único que puede mantenerles
con vida y salvarles de los persas. Dando
ejemplo a sus tropas insiste en que el valor y la disciplina son los únicos
medios para hacer frente con éxito a los enemigos y a las adversidades. Y es en
los diálogos de Jenofonte ante los otros generales, o sus soldados y, en sus arengas, donde se denota su gran poder
de oratoria y dónde puede verse (quizás) también
este libro uno de los pioneros de los modernos libros de autoayuda. Los
diálogos de Jenofonte son más numerosos en la parte final del libro y en ellos
da instrucciones claras para organizar las tropas, ser valientes y esforzados,
no dejarse llevar por la ira y mantener la calma. En definitiva, toda una serie
de valores imperecederos.
En el libro se
narran las enormes vicisitudes por las que pasa el ejército griego en su
regreso a casa, con un crudo invierno, duras orografías, con montañas escarpadas y
caudalosos ríos que atravesar, tribus
hostiles y carestías de víveres.
Toda la expedición
entre la ida y la vuelta duró un año y
tres meses y en ella recorrieron más de 6000 kilómetros.
Una cosa que me ha
llamado la atención es que los griegos no tomaban decisiones importantes sin
antes consultar a los adivinos, los cuales sacrificaban animales y tras
estudiar sus vísceras discernían si era propicio acometer o no las empresas previstas.
Supongo que esto supondría un potente efecto sicológico parecido al efecto placebo.
"Si los dioses me son favorables para tal o cual acción, entonces las
fuerzas no me abandonarán y al final conseguiré el propósito"
También me llama la
atención qué sobre este libro no se haya rodado nunca una película o incluso
alguna superproducción Hollywoodiense. Desde luego que tema hay de sobra.
Jenofonte
nació en el 430 a. C en Atenas y murió hacia el 355 a.C. en Corinto. Fue
discípulo de Sócrates y escribió
Anábasis en tercera persona aunque el protagonista fuera él. Una técnica
literaria que le copió después el mismo Julio César en sus
"Comentarios" . Su libro está estructurado en siete libros. Un
esquema que después imitaría Arriniano para narrar la expedición de Alejandro
Magno a Asia.
Lo pongo en mi lista de lectura.Gracias.
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