FORMACIÓN DEL PROFESORADO Y BOLAS DE NIEVE
La
Formación del Profesorado y las bolas de nieve en Educación.
La formación del
profesorado es una cuestión fundamental para la excelencia educativa. Debe procurar, entre otras cosas, metodologías que mejoren
la práctica educativa, pero lo que, por desgracia, no puede ofrecer es una
fórmula mágica que, a modo de receta,
convierta en exitoso a un centro
educativo.
Sobre
metodologías hay un amplio abanico que
transitan desde una concepción clásica, de clases magistrales que alguno ha denominado con tono despectivo “pedagogía de la pizarra” hasta aquellas sustentadas en las nuevas tecnologías, que de modo genérico llamaremos “X.0”, hacia donde se va tendiendo gracias al
esfuerzo de la Administración con pizarras digitales, ordenadores, portátiles,
cursos, etc. Y es, en este
nuevo contexto, donde surgen proyectos de trabajo muy interesantes
llevados por profesorado muy creativo que partiendo de entornos poco
favorecedores han sabido sacar mucho provecho sirviendo de guía al resto. Pero, entre esta dicotomía metodológica que supone, en definitiva, la coexistencia
del mundo analógico y el digital surgen otras muchas cuestiones y planteamientos
metodológicos que inundan los centros
educativos con el peligro de introducir una cuota de caos que puede alejarnos más que acercarnos del éxito educativo. Porque una cuestión
fundamental para la mejora educativa es que los miembros del claustro vayan todos a una. Y para ello es mucho
mejor que un claustro tenga pocos
objetivos pero muy claros, compartidos y asumidos por todos, que una diáspora de planes, programas, aquí y
allá que lo que hacen es dispersar la acción, la energía y la atención del profesorado.
Es fundamental que el claustro haga una profunda reflexión (nadie mejor que
ellos) y a partir de ahí elegir unas pocas líneas de actuación sobre las que
avanzar. Más eficaz que abordar de manera atomizada cuestiones al albur de profesorado aislado que, aunque muy comprometido,
lo que hace es tirar del resto (algo más renuente y no tan convencido) y que, en algunos casos, su única aportación es prestar el nombre para sumarlo al proyecto.
Dentro
de esta variedad de enfoques y metodologías educativas están las Comunidades de
Aprendizaje, el Aprendizaje por Servicios,
las Competencias Básicas (ahora Clave),
el Aprendizaje por Proyectos, el Cooperativismo, la Inteligencia Emocional,
Hábitos de vida saludable, Educación Ambiental, Cultura Emprendedora, Programas
de fomento de la lectura, etc. y todo
lo que queramos añadir, aderezado con
bilingüismo y plurilingüismo,
etc. Pero tantas cosas suelen aterrizan en los centros como si de una parrilla televisiva atiborrada canales se le ofreciera a un telespectador desorientado que, sin una idea clara de lo que quiere ver, corre
el riesgo de pasarse todo el tiempo del que dispone zapeando, sin ton ni son,
para después de un rato frente a la caja tonta levantarse sin haber visto nada en concreto.
La variedad de metodologías, planes y
programas arriban los centros con la noble intención de ofrecer una panoplia variada con la que complementar y
mejorar las enseñanzas, aunque, por desgracia,
se perciben como un batiburrillo inconexo olvidándonos que una de las claves esencialles (no la única) para que un
proyecto educativo funcione, como decíamos, es la de un claustro comprometido y cohesionado con arreglo a unos principios
compartidos. Un ejemplo de la importancia que tiene el claustro para abordar
los problemas educativos es el de la
convivencia escolar. Y como esto, en todo lo demás. Como dice José Antonio
Marina es imprescindible un claustro concienciado de la importancia de la
convivencia para que esta pueda mejorar. Sin este requisito es imposible.
Porque
si en los claustros no hay un un proyecto común claro, puede suceder que las ofertas formativas sean vistas como bolas
de nieve que caen desde lo alto de la montaña ladera abajo.
Las bolas de nieve en Educación
Percibo
que a los centros educativos llegan a través de los centros del profesorado, o
por otras vías, programas formativos
como si fueran estos, bolas de nieve que
empiezan a gestarse desde lo alto de la
montaña y que a medida que van cayendo valle abajo van creciendo de tamaño y
ganando velocidad. Este aumento de tamaño y velocidad hace que estos programas
formativos y sus metodologías sean
conocidos por los claustros de los
colegios e institutos y que tengan “fama” pero no necesariamente que se apliquen
ni que se asuman. Sobre estas bolas de nieve (formativas) suelen ir encima un grupo de expertos y a su lado un equipo verdaderamente cualificado y comprometido pero,
a pesar de eso, parte del profesorado, a
la que va dirigida la bola de nieve, solo responde haciéndose a un lado (casi como un acto
reflejo) dejándola pasar sin que le arrastre ni que la roce tan siquiera.
Cuando finaliza el itinerario formativo y la bola de nieve en cuestión llega al fondo
del valle inevitablemente se estrella deshaciéndose en mil fragmentos, hecho
ante el cual muchos de los echados a un lado a lo largo de la ladera murmuran
con una sonrisa maliciosa “ya lo decía
yo”, para a continuación volver a dirigir la mirada hacia las cumbres a ver qué nueva bola de nieve va a ser lanzada
de nuevo (ignorando o, simplemente
despreciando, el enorme esfuerzo y dinero que supone esto para la
Administración). Ocurre, a veces, que algunos de los expertos que dirigían las
bolas de nieve recién estrelladas vuelven a asomar su silueta recortada por el horizonte
encima de otras recién creadas y esto no hace más que acrecentar el reflejo de
parte del profesorado de
echarse a un lado y cada vez con más convencimiento.
A todo esto, hay que sumar el marasmo legislativo
que produce tanto cambio de ley
educativa. No estaría de más recordar
que, aunque pudiera parecer lo contrario, que ni el BOJA ni el BOE
son para el profesorado (ni para casi nadie) máximas que comanden sus
pensamientos en el día al día en sus centros.
En cualquier caso, tantos cambios de leyes brindan otra excusa para los habituados a echarse a un lado.
En cualquier caso, tantos cambios de leyes brindan otra excusa para los habituados a echarse a un lado.
Haya
bola de nieve o no.
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