"La paradoja del profesor y el banco" o "El profesor y la parábola del hijo pródigo"

"La paradoja del profesor y el banco" o "El profesor y la parábola del hijo pródigo"
El otro día navegando por las redes sociales, a través de  twiter, leí un artículo que me llamó la atención publicado en el blog "Educación 2.com", una revista digital  interesante con  entradas provechosas con enlaces, contenidos educativos,  cuentos infantiles, fábulas, artículos para trabajar la creatividad, informaciones y noticias en general relacionadas con la educación.  El artículo al que me refiero fue publicado el 29 de mayo y se titulaba "La paradoja del profesor y el banco". Antes de comenzar a  leerlo creía que comparaba a un profesor con un asiento pero la analogía  era con los otros bancos, esos que prestan (o prestaban) dinero. Por lo  que la parábola podría llamarse también la del profesor y el banquero.  Intrigado por el título la leí. La idea fundamental era que el profesor puede perder la objetividad al calificar al alumnado e incluso ser arbitrario. Y ponía como ejemplo a un banco. Para que  el banco  conceda préstamos debemos demostrarle que tenemos avales suficientes y garantías para hace frente al crédito. En otras palabras, que (de una u otra forma) tienes dinero.  En cambio, a una persona que carezca de  avales suficientes y de garantías le va a ser más complicado acceder al favor del banco. Aunque  con el dinero del  préstamo pudiera lograr crear algo interesante y devolver el préstamo sin dificultad. Por tanto, podría decirse que el banco presta dinero a quien lo tiene.  Ejemplificaba esta conclusión  con la  frase "El banco presta paraguas cuando luce el sol pero los pide cuando llueve".  De igual manera haciendo un paralelismo con la docencia, el profesor suele ser más benevolente con el alumno bueno y aventajado, que saca buenas notas y  que tiene una familia que se preocupa y acude siempre a las reuniones. En estos casos, si el alumno flojea en un examen el profesor tiende a pensar que puede ser debido a un descuido, o incluso a que él mismo no ha especificado suficientemente bien lo que quería que el alumno hiciese. Incluso  considera que sus fallos han sido simplemente un error,  que los errores son humanos y por lo tanto perdonables.  Por el contrario, con el alumno distraído, charlatán y un tanto revoltoso.   Que además sus padres no se implican con el centro lo suficiente o  que si lo hacen no es precisamente con el mejor de los talantes y propósitos, con este alumno rácano en el esfuerzo —decíamos— solemos ser más beligerantes. No le pasamos la mano tanto sobre sus trabajos y exámenes tan fácilmente como al aventajado. Sabemos que puede esforzarse más y que deben hacerlo y no nos valen excusas.
Bien, no diré que esto no ocurra, pero también sucede el fenómeno contrario no mencionado en el artículo y que yo titularé como  "El profesor y la parábola del hijo pródigo".

El retorno del hijo pródigo de Rembrandt.

Todos conocemos  la parábola del hijo pródigo que aparece en el evangelio de San Lucas. Aquel padre que tiene dos hijos y un buen día el menor le pide su parte de la herencia. Se marcha con ella  y la dilapida por ahí, lejos, en juergas y lupanares. Lo funde todo en nada provechoso.  Cuando se queda sin nada tiene que ponerse a trabajar como aparcero  y soportar condiciones míseras de trabajo. Derrotado y muerto de hambre decide volver con su padre donde sabe que sus criados viven y son tratados mucho mejor. Regresa con la idea de pedirle perdón y rogarle que simplemente lo acepte como un jornalero más, pero claro, el padre al verlo se compadece de él y lleno de júbilo por su vuelta manda sacrificar al novillo cebado y preparar una gran fiesta en su honor. El primogénito al ver tanta algarabía   pregunta a los siervos  qué es lo que ocurre y estos le responden que el motivo es el regreso de su hermano.  Él se enfada (y con soberbia) le pregunta al padre que porqué tantos honores para su hermano  cuando a él que se quedó a su lado obedeciendo y trabajando no le ha hecho nunca nada parecido. El padre (todo misericordia) le explica que puesto que él estaba a su lado todas sus posesiones  también lo eran suyas  y que viendo a su hermano arrepentido por sus pecados bien merecía esos honores.
Bueno, la traslación a la docencia de esta parábola podría ser esta:  En ocasiones (y no pocas)  los alumnos que han aprobado raspando con un cinco no han obtenido esa calificación. Generalmente han obtenido una menor. Lo que ocurre  es que el profe le ha puesto lo que falta. Incluso muchos de esos cincos han sido realmente cuatros. Es decir, el profesor  está "regalando, prestando, dando o como se quiera decir" a estos alumnos (pródigos) hasta casi un 20% de premio sobre la nota que han conseguido. Pero, por el contrario, al alumno trabajador, responsable (que ha permanecido atento a las clases del profesor) (el primogénito de la parábola) y que se ha quedado en, por ejemplo, el 7,25  nos lo  pensamos mucho más para subirle la nota a un 8. Cuando realmente en este caso solo le estaríamos "concediendo"  un 10% de la nota (la mitad del caso del alumno pródigo). Este fenómeno, totalmente opuesto a lo comentado en la revista Educación 2.0 también se produce y sería justo comentarlo como contraposición.



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Comentarios

  1. En conversaciones con profesores de instituto se comentaban los dos casos,el que dices tú y el del artículo que mencionas. Creo que es difícil acertar, a veces, puedes fomentar el conformismo con una nota que roza el aprobado creyendo ayudar al alumno, otras en cambio, favorece el pequeño empujón para que no se frustren.
    El profesor no es un psicólogo pero en estas conversaciones entendí que un buen observador con paciencia puede hacer mucho por los alumnos.
    Saludos

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  2. Creo que la misericordia es perdón e injusta cuando se trata de aplicar objetividad al trabajo de los alumnos. Es verdad que no todos tienen las mismas capacidades pero se tiende en demasia a subir suspensos con la excusa de la frustración. Se tendría que analizar las dificultades de esos alumnos y hacer un trabajo más personalizado con ellos para compensar sus deficiencias, pero aprobarlos sin más no les ayudará porque tendrán la falsa sensación de haber obtenido el objetivo exigido, en lugar de trabajar para conseguirlo

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