Hasta aquí hemos llegado. La envidia invertida

Hasta aquí hemos llegado
Como una de las culpables de la crisis se ha apuntado, acertadamente, al exceso de codicia. Tras un ambiguo y descontextualizado   escudo protector denominado "mercados financieros internacionales"   se da cobertura a personas de carne y hueso como usted y como yo  que han visto una  oportunidad extra de negocio para obtener más beneficios por lo mismo.  Apretando las tuercas a conceptos como  deuda externa y  basándose en el principio de "más por lo mismo"  nos sacan el tuétano en forma de intereses  por el dinero que "libran"  para que  países y empresas  podamos funcionar. Pero tengo otra interesante causa que sumar y que por seguir con la lista de vicios capitales    llamaré  "envidia invertida".  El envidioso siente pena por los bienes del otro porque considera que éste no  merece tales cosas y aquel sí. La envida invertida vendría a ser la que padecen las personas ricas por los bienes  obtenidos y disfrutados de la clase media. Objetivamente, aquellos tienen muchos más riquezas pero no terminan de digerir bien que proliferen tantas comodidades.  Es  por eso  que adjetivo a esta envidia como invertida. La normal podría considerarse la que padece el pobre hacia el rico  o la de entre iguales pero la del acaudalado superlativo  hacia el pobre mortal  es  invertida.
Una forma de envidia moderna.
 Hasta no hace mucho, la regalada vida de los ricos debería de ser un tanto triste. La esencia del rico se difuminaba entre tanta prosperidad extendida.  Hacer cruceros, por poner un caso, y visitar  recónditos lugares acompañados  de las siempre incómodas  masas  que también y, cada vez en mayor número,  podían darse esos lujos no debería de agradarles en demasía. Jugar sus  excitantes partidas de golf, entre,   cada vez más, domingueros que, como ellos, podían permitirse gozar  un día entero de solaz retiro espiritual dando paseos y golpes bajo par tampoco les gustaría.  Irse a cenar a unos restaurantes cada vez más bulliciosos donde un símbolo de calidad era añadir caprichosamente  cifras a la columna de la derecha en la carta de platos, debería de ser algo abrumadoramente desolador.  A los ricos les gusta la distinción. Y claro, con tanta masa social crecida y con tanta pretensión desmedida, su distingo  era  menos notorio y nítido. Surgió entonces la envidia invertida y dieron   un taconazo en el suelo. Todavía resuenan las vidrieras del salón donde sucedió el cónclave. Y su eco nos llega en forma de aumento de prisma de riesgo, restricción de préstamos y subida de intereses por la deuda.
 Los políticos alarmados y sorprendidos por esta reacción intentaron complacerles, como antaño hicieron los sacerdotes    con aquellos  dioses  implacables e irascibles  que les castigaban con sequías y   otras maldiciones. Los sacrificios de ahora, que nuestros políticos ofrecen a pie de los altares de los mercados son en forma de  pérdida de derechos, recortes laborales y otras cosas, ofreciéndoles en bandeja cosas que hasta no hace mucho se consideraban logros conseguidos e  indiscutibles como sueldos, horarios dignos, derechos laborales y otras cosas. 

Ahora sí. La distinción vuelve a manifestare. Ya no hay aglomeraciones en los cruceros de placer. El silencio vuelve a reinar en los campos de golf y la tranquilidad vuelve a ser la nota dominante en los restaurantes. A las turbas, más o menos molestas, les queda la calle, pero eso, por ahora, no es preocupante. Hasta aquí hemos llegado nos han dicho (los mercados) con los brazos en jarra.

Comentarios

  1. Tienes muchísima razón. Me gusta ese nombre de envidia invertida. Claro,piensa que los ricos y poderosos necesitan a los pobres para fingir sus buenas acciones y en connivencia con la iglesia,ganarse el cielo.
    Por otro lado,yo haría notar que tampoco los quieren a su lado(a los pobres) en el ámbito intelectual. Todo par ellos .¿Cómo van a consentir que en la Universidad o en el despacho de abogados,o en un hospital ,magníficos profesionaeles hijos de honrados albañiles, fontaneros etc.se codeen con los hijos de papá? Más si tenemos en cuenta que podrían superarlos. En fin,no insisto porque no quiero politizar pero hay cosas que me tienen preocupada e indignada.

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  2. Es siempre muy enriquecedor ver las opiniones de las demás personas. Ya lo decía Santo Tomás de Aquino "Teme al hombre de un solo libro" aunque desgraciadamente esta tipología haya sido la nota dominante desde siempre. Tienes razón, no había caído. La envidia intelectual también es otra forma de envidia invertida. Con el plan de Bolonia ya se ha conseguido una parte de ese camino que consiste en volver a la época de nuestros padres. Es decir, estudiar sólo unos pocos y con sangre, sudor y lágrimas. Las becas se reducen y los máster se pagan. El primer paso está dado. Un poco de recortes laborales y de derechos y el segundo paso también...

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  3. Efectivamente el eslogan autoafirmativo de L´Oreal: porque yo lo valgo, ha dejado de tener sentido. Nos han dejado creer en el sueño de que éramos ricos para luego caer de lo más alto de un gran batacazo, como el infeliz Segismundo en La vida es sueño. Y mientras centenares de personas tienen que acudir a instituciones de caridad para poder comer el famoso Amancio Ortega, dueño del grupo Inditex, ha ganado este año un 27 % más gracias a sus fábricas de China y los políticos de pro esconden sus ganancias en Suiza como ya lo hicieron con el oro de los judíos desahuciados. Yo creo que el problema pronto no será codearnos con los VIP en los campos de golf o en los restaurantes carísimos sino que si nos ponemos enfermos ni siquiera podrá atendernos una Sanidad pública de calidad como la que teníamos antes cuando creíamos que el saco del dinero nunca se acabaría....

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  4. Se dice mucho, es cierto, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Que hemos derrochado y que por eso ahora estamos así. Pero yo me pregunto ¿Quiénes han sido los responsables de tanto derroche? acaso quizás buena parte de nuestros políticos megalómanos. Con un ego de tratado de psiquiatría. Obras faraónicas (tranvías, palacios de diseños exclusivos y carísimos, aeropuertos). Cuando se concendían préstamos muy por encima de las capacidades de pago de los deudores y por viviendas sobrevaloradas por las mismas entidades prestatarias ¿a quién se le puede atribuir la mayor parte de la culpa?. Lo que si está claro es que las medidas de recorte se están aplicando sobre los más numerosos. Las clases medias. Que solo podemos patalear y quejarnos. Eso sí. Por ahora.

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